jueves, 6 de febrero de 2014

06 / 02 / 14


Cornerrollo diario

En general, no suelo acudir a las salas de Versión Original. Y no es porque me dé pereza leer durante una pieza creada por y para el disfrute  visual (esta discusión daría para jornadas completas) sino porque me da miedo encontrarme al Homo Yolosetodus.

Hay muchos elementos que me llevan al cine. Me atrae lo que he leído del argumento, me la han recomendado, el cartel es molón o sé de buena tinta que en ésta, la protagonista se desnuda (lo sé, machismo con patas, soy débil. Pero que sepáis que también defiendo, e incluso abogo, por un desnudo integral masculino de buen ver, y sin justificación alguna de guión, en cada película)

Sin embargo, el Homo Yolosetodus, desde ahora el Plasta para abreviar, se ha estudiado todo lo sabido y por saber de la película. Desde la marca de los calcetines de los figurantes con frase, a los significados metafóricos de las uñas pintadas de rojo sandía de la protagonista. Y no me importaría un pimiento, aunque encuentro que visionar cine de este modo le quita todo el encanto a la cinta, si no fuera porque debe hacérselo saber a todos los demás. Y cuando digo a todos, es a todos con mayúscula, que se escribe así. TODOS.

Puedes tener mala suerte y encontrártelo tras de ti en la cola para comprar entradas. Utiliza una tosecilla que se te mete en el cerebro para iniciar su monólogo. Un Ejem, Ejem, que precede al inicio del espectáculo. Puedes probar a descomprimir tus oídos desencajando la mandíbula una y otra vez para tratar de reducir el impacto sonoro, pero lo único que conseguirás es que te confundan con alguien con disminución psíquica severa o un mimo entrenando fuera de horas. Aún así, su voz se introducirá en ti, forzará la entrada a lo bruto iniciando una violación cerebral sin lubricante. ¿Sabías qué…? ¿En realidad el actor…? ¿Lo que quiere decir es que…? Y no puedes luchar ni llamar al personal de seguridad del centro comercial, primero, porque si pesa y corre más que una abuela, no pueden ayudarte, y segundo, porque ser un plasta no está (aún) penado por la ley.

La historia continúa durante la sesión de anuncios y tráilers, y se hace épico a mitad de la película cuando sigues oyendo en susurros (sí, es una violación cerebral de larga duración), plano secuencia, música diegética, quince tomas…

Y cuando crees que por fin ha terminado todo, las luces se han encendido, la película no te ha gustado una mierda no porque sea mala, que puede serlo, sino porque ese Plasta te la ha chafado, ¡BUM! Empiezan las conclusiones en el trayecto que va de la sala hasta la salida.

En fin, no todos los cinéfilos son plastas, pero, desgraciadamente, todos los plastas son cinéfilos.

¡Un abrazote!


P.D. Aviso: Si te encuentras al Homo Yolosetodus, no intentes razonar. Acabarás cansado, molido y violado (cerebralmente). A menos que te guste el sado. Entonces, mejor que un látigo.

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