jueves, 27 de febrero de 2014

27 / 02 / 14



Cornerrollo diario

Caminar por Barcelona debería considerarse un deporte de riesgo. Ya no se trata solamente de esquivar coches, saltar motos o evitar a taxistas homicidas, no, con la llegada del siglo XXI, la crisis y el turismo, el peligro acecha detrás de cada esquina.

Así que cuando te encuentres en el portal de tu casa, preparado para salir, respira hondo, porque la aventura comienza. 

Nada más atravesar el umbral recibirás el ataque de dos ciclistas desbocados. Ten cuidado. Como los velociraptores, son una especie que ataca en equipo. Pueden ir en la misma dirección o embestir desde posiciones opuestas. No lo pienses. La técnica para frustrar la agresión es la misma en ambos casos. Brazos arriba emulando a un banderillero y giro de 360 grados. Los ciclistas pasarán rozándote la chaqueta y emitiendo un aullido de rabia similar a ¡Mecagüentusmuertoooooos! Déjalo pasar. Sólo es su bramido de irritación por no cobrarse la pieza del día.

Rechazado el primer conato de peligro se activa la fase dos. Alerta de caza. Aunque no te encuentres atractivo, aunque tengas un mal día, aunque las ojeras te lleguen a los carrillos, no dudes ni por un instante que eres una presa codiciada. Y a lo largo del camino encontrarás trampas específicamente diseñadas para atraparte. 

Se presentan generalmente en forma de hombres/mujeres extremadamente atractivos, sexuales, sonrientes y simpáticos. Gente que en cualquier otro entorno ni siquiera pestañearía al verte pasar. Y te buscan a ti. 

El modus operandi es el siguiente. El cebo (aquí podéis elegir hombre, mujer, ambos, según vuestros gustos) se acercará con una sonrisa deslumbrante y una caidita de ojos que te quitará la respiración. Tus miembros se paralizarán por la sorpresa. Te cerrará el camino para que tengas que detenerte y, con voz aterciopelada, te dará los buenos días. ¡Y es entonces cuando empieza el ataque!

Pueden ser ONGs, encuestas de todo tipo, la cruz roja… Si te detienes estás perdido. Nadie, NADIE, puede, una vez parado, evitar escuchar el rollo que tengan preparado. NO SE PUEDE.

Si has sobrevivido a las trampas, no creas ni por un momento que ya estás a salvo. Seas de donde seas, en algún punto, llegarás a una zona turística y descubrirás el apocalipsis Zombi. ¿Hablo de una horda de muertos con pasión por la carne cruda? No. Es peor. Gente que está de vacaciones, que ha olvidado lo que es trabajar y sólo tiene ojos para edificios, estatuas, anuncios y escaparates. De forma opuesta a los Tiranosaurios, los turistas no perciben a la gente en movimiento. Puedes toser, decir ¡Perdón! En todos los idiomas que conozcas que el resultado será el mismo. Van a ignorarte. 

Y eso no es lo peor. Su forma de moverse es errática. Nunca sabes cuándo van a detenerse, cuándo van a girarse o cuándo vas a quedar inmortalizado en la foto de un danés vestido con la camiseta del Barça y sombrero Mexicano. 

Chocarás, empujarás, maldecirás… Da igual. Son demasiados. No puedes luchar contra ellos. Como mucho, puedes intentar gritar ¡Mirad, es Gaudí! lo más alto que puedas esperando provocar una desbandada general (no me hago responsable del mal uso que se dé a esta técnica).

Añadid a todo esto a carreteros (dícese de aquella gente atrapada por la crisis y la pobreza que se pasea con carritos del Carrefour por las calles), pedigüeños, tarados (normalmente en el metro), compañeros (que suelen ser sudamericanos en paro que se beben sus pagas a las ocho de la mañana y vuelven tambaleándose a sus casas al grito de “Cooompañeeeeero”), invidentes “movilísticos” (a estos les tengo un odio especial. Tío, si no puedes esperar a llegar a casa para mandar un mensaje, al menos párate. Y si no. MIRA HACIA DELANTE), excrementos de perro, socavones, desprendimientos de fachadas, obras, obreros y obradores, deportistas con cascos musicales, gente en baja forma con cascos musicales, agrupaciones del pitillo a la puerta del trabajo, habladores del móvil en círculo, competiciones de carritos de bebé ocupando la calzada, niños descarriados rompe rodillas y os iréis haciendo una idea de todo lo que hay que evitar.

Así que, cuando acabe el día, por muy mal que te haya ido, piensa que has tenido mucha suerte. Has llegado a casa.

¡Un abrazote!

P.D. A la chica de Oxfam Intermón de plaza universidad. ¡Loviuuu!

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