martes, 11 de marzo de 2014

11 / 03 / 14


Cornerrollo diario

Terminada la juventud, entramos de golpe en la edad adulta. De pronto, disponemos de todas las herramientas para llevar a cabo la tarea para la cual fuimos creados (más allá de consideraciones religiosas como amar al prójimo, reencarnaciones varias y viajes a Raticulín) que no es distinta a la de cualquier otra especie; crecer (a lo ancho, no queda otra) y multiplicarse (por tres, por dos, por uno o por cero, cosas del libre albedrío).

Es por eso que a mí me gusta dividir este ciclo en dos partes llamadas “De los niños y las bodas”. Es cierto que, en general, el orden es el opuesto al título (aunque en la viña del señor de Freixenet caben todos los supuestos; boda-niño, niño-boda, boda-sin niño, niño sin boda, boda-cigoto simultáneo) pero qué queréis que os diga, me gusta hacerme el ilustrado después de visitar un par de wikipedias. 

Para empezar, sabréis que habéis entrado en la edad adulta cuando las conversaciones con tus amigos se inicien invariablemente con un “cómo te va el trabajo”. Ya puedes estar sufriendo los más amargos picores “gonorreicos”, soportando las hemorroides más salvajes o aderezando con tu caspa las jarras de cerveza que os han servido en el bar, que nadie querrá entrar en el tema hasta que la pregunta haya sido contestada.

Se acumularán los traslados, y lo que es peor, las peticiones de ayuda en los traslados de la gente que empieza a emanciparse. Te sentirás como los amigos idiotas a los que engañaba Tom Sawyer para pintar la valla de su tía Polly (Wikipedia 2 – Corner 0) subiendo sofás por escaleras pensadas para la tortura y el dolor, estucando paredes (¡estucando!) sin saber exactamente qué estás haciendo o mostrando tu dominio del sueco mudo montando armarios Ikea.

En vez de cartas de agradecimiento (sí, una cerveza está bien, pero reconozcámoslo, sois un poco tacaños, al menos cocinaos algo) empezarán a llegar cartas de invitación a bodas. Y no es que tenga nada en contra de las bodas. Me parece un modo como cualquier otro de celebrar una unión. Incluso me ilusionaron las dos primeras. Un poco menos la tercera. A la cuarta y a la quinta empecé a tomarles algo de manía. A partir de la sexta, un odio impropio de alguien que tiene que hacer un brindis gracioso antes de desmayarse ante la barra libre.

Y entre bodas, despedidas de soltero. Gente comportándose como nunca lo ha hecho cuando salían, strippers que en fin, le quitan toda la gracia a la fantasía erótica que habías imaginado gracias a las películas de Harry el sucio, y dinero, mucho dinero, dinero por todos lados, dinero, eso sí, con una característica en común: que siempre fluye en la misma dirección; de ti, hacia otros.

Y justo cuando la fiebre “bodera” parece relajarse, llegan los embarazos. Y fijaos que digo embarazo, que no nacimiento. Porque los nueve meses previos a la llegada de la babosilla (que sí, que con el tiempo será monísima) sirven de preparación para TODOS (aunque no hayas estado implicado ni siquiera en la parte divertida). Sin venir a cuento, sabrás lo que es un saca leches (y no, no forma parte de la parte divertida), las diferencias entre carritos, las luchas a muerte entre defensoras del pecho y el biberón, el pañal, uso y desuso, cuándo debe eliminarse el chupete, temperatura óptima de la leche, ¿Esterilizas o enriqueces? Y muchas otras sorpresas que no quiero desvelar para la gente que esté a punto de entrar en ello.

A nivel orgánico, aparecerán los primero pelos muy, muy rubios (White is the new blond), las primeras sentadillas orgásmicas (sillón+persona sentada+incorporación+¡aaaah!), los primeros ¡qué viejo estoy!, los primeros “no entiendo a esta generación” seguidos de “En mi época”, M80 empezará a parecerte una emisora actual, descubrirás por la Wikipedia quién son los Jonas Brothers, pasarás de un trabajo a otro (algunos con suerte, otros con menos), las corbatas, los trajes, el vino como placer (apartado de la coca-cola) y muchas otras que no caben porque he superado las 15 mil palabras y eso significa que, estadísticamente,  cualquier persona con un déficit de atención de más del 5 % será incapaz de acabar este texto.

Por eso lo dejamos por hoy y nos vemos mañana en la madurez.

¡Un abrazote!

P.D. Mis ¡Aaaaah! de sillón son totalmente distintos de los ¡Aaaah! de cama.

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